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It's useless, the more you write about yourself the less people want to read. So just make an effort to find out for yourself.

12.08.2011

El Pueblo Tiene El Gobierno Que Construye...

Repasando un poco el escenario político dominicano me encuentro con algunas opiniones, y observaciones que hace el pueblo en relación a la situación que vive el país en la actualidad.

El dominicano es, por pura simbiosis, un analista político natural. No habrá un grupo en el cual no se estudie a fondo cual es el candidato con mayor posibilidad para "quedarse" con La Silla.
Son constantes los candentes, y entretenidos, debates en los que se embarcan tratando de imponer su opinión. Lamentablemente no hemos contado con un Gobierno que sea, como lo indica la Constitución Dominicana, "Por y Para el Pueblo".

Cada Gobierno, con sus funcionarios, se ha ocupado de suplir sus propios intereses. Es así como, en el 1930 asume el poder, tras la rebelión contra Horacio Vásquez y de manera arbitraria, el General Rafael L. Trujillo.
Sobra redundar sobre los 31 años de dictadura del sátrapa. Lo que si cabe resaltar es que, a raíz de su ascenso al poder, algo pasó en la mentalidad del dominicano que le ha dejado impedido, por décadas, a rebelarse contra cualquier tipo de injusticia u opresión gubernamental.

Fue, hasta la llegada de este oscuro personaje, que la voluntad del [siempre aguerrido y nunca conformista] pueblo dominicano se vió anulada. Nuestra historia es un impresionante muestrario de hombres emprendedores y revolucionarios que se mantenían en constante debate en contra de las injusticias sociales y políticas.

Vale la pena citar algunos nombres, iniciando la lista un extraorninario guerrero nativo, llamado Caonabo, quien fue el primero en dar la guerra ante la opresión a la que vio sometido a su pueblo.
No podemos dejar de lado el valor de unos inquietos jóvenes que se alzaron con nuestra Independencia de Haití, en el 1844; Duarte, Mella y Sánchez.
Agreguemos a José María Cabral, José María Imbert, Felipe Alfau, Antonio Duvergé...
Luego surgen Gregorio Luperón y Santiago Rodríguez, quienes, más adelante, se encargaron de ratificar esa Independencia ante las intenciones de Santana de anexar la isla a España...

Podríamos abundar sobre nuestra historia, pero no es mi intención ahora. Lo que quiero que tomen en cuenta es el siguiente dato: Cada una de las personas antes mencionadas tienen un punto en común. Eran hombres jóvenes.
Cada uno de esos eventos fue liderado por un grupo de jóvenes inquietos, inconformes, revolucionarios. Conocedores innatos del valor de la Justicia.

Si, porque cada acto revolucionario al que se ha enfrentado la Humanidad ha sido liderado por gente joven.

Por eso (y volviendo al presente) haciendo un recuento de esos debates políticos del analista dominicano común, me sorprende [y me desilusiona] escuchar las opiniones de los jóvenes y su postura frente a la actual crisis socio-política y económica que enfrenta nuestro país.
Es la norma escuchar "...¡esto no lo arregla nadie!...", "...¡e'ta vaina se jodió! ...", "...¿pa' qué quitar e'te si el que viene e' peor?...", "...¡e' que no hay quien haga ná'!...". Confieso que esta última es la que más me perturba.

Estas expresiones salen de la boca de gente joven. La mayoría preparados, con carreras universitarias (pagadas por ellos mismos y a quienes el Gobierno no les rindió la ayuda, a la que tienen derecho, para cubrir sus cuotas de educación superior).
Y me inquieta. Y me indigna. Y me entristece saber de opiniones apáticas, conformistas del sector de votantes jóvenes. Teniendo un pueblo en desarrollo, me parece que falta congruencia cuando la ciudadanía acepta que los políticos usen y abusen de los fondos nacionales a su completo antojo. Con absoluta impunidad y descaro.

¿A quién pertenecen los cambios? ¿Quienes son los responsables de la revolución social de los países? ¿Qué sector es el que se encarga de promover los avances?
¡Los jóvenes!

Si me cuesta aceptar el conformismo entre los más adultos y maduros, que esa actitud la asuman la juventud simplemente, me enferma. Cuando escucho a un votante nuevo decir :"...aquí ya no hay esperanzas..." lo que pienso es , "...¡Si lo dices tú, entonces es cierto!...".

Cada cuatro años los contendientes a la presidencia son los mismos personajes que han protagonizado en el escenario político por más de cinco décadas. Esos clanes residuales de la época post-trujillista siguen gobernando y liderando. Manipulando, sin el menor remordimiento, el destino del carente pueblo que, incesantemente, los sigue reeligiendo y les sigue concediendo el poder.

¿Pero cual es la razón por la que se sigue repitiendo este espantoso patrón? La respuesta, tan simple, que todos la conocemos: Corrupción es su nombre.
La Corrupción sólo puede subsistir donde falta información, educación, conocimiento.
Y donde abunda el hambre.

Es más fácil abusar de un pueblo inculto que de uno ilustrado. El hombre que tiene el estómago vacío es incapaz de tomar desiciones acertadas.

Así es como, mientras se les ofrece una mísera cantidad económica [para combatir el hambre DE UN DÍA] a cambio de su voto, ese dominicano vende su conciencia y no se preocupa por exigir garantías a sus candidatos. Estamos acostumbrados a votar por hambre.

Olvidamos que, una vez aceptamos esa propuesta, y vendemos nuestro voto, no sólo contribuímos a perpetuar el mal que nos aqueja, sino que, perdemos el derecho a debatir y exigir lo que nos corresponde. El voto se gana con propuestas lógicas y justas, no con dinero. Una vez aceptamos el dinero ya ese candidato no tiene compromisos con nosotros, como pueblo.

En eso ha radicado el éxito constante de estos Dictadores Soterrados. Vivimos en una dictadura disfrazada de democracia en la que, cíclicamente, se produce un espectáculo circense. Se crea un montaje en el cual le permiten creer al votante que es protagonista del evento cuando, en realidad, no es más que un actor de reparto.

¿Cómo es posible que un pueblo se permita el lujo de no revelarse ante el desbanco económico al que ve sometido a su país?
Es un cuestionamiento que tiene muchas aristas, pero la solución a este problema está en manos de la juventud.
A esta le corresponde crear nuevas propuestas. Construir opciones. Revolucionar y evolucionar.

No existe, en este momento, un sólo candidato que represente, ni se identifique, con esa población joven.
No es necesario levantarse en armas, ni promover la violencia para crear ese cambio. Lo que antes se logró con espadas y cañones, hoy se puede superar con el recurso tecnológico. Con los medios masivos sociales. Con el buen y correcto uso de la palabra y con ideas lógicas, frescas, objetivas. Justas.

Ya es hora de dejar de lado esa imagen acomodaticia que tenemos de nosotros mismos. Por años se nos ha dicho que venimos de una raza de vagos y haraganes (los Taínos) y nos lo hemos creído y hemos usado esa excusa para no hacer nada. Para esperar que lo hagan todo por nosotros.
Porque así ha sido siempre y así siempre será.

Pues es bueno que sepan que no, que no venimos de una raza de vagos y haraganes. Que, por el contrario, era el taíno un elemento trabajador, noble, con un alto sentido de la justicia y la lealtad. Sigamos ese ejemplo.

Ese cambio es necesario, es justo, es nuestra responsabilidad. Estamos demasiado informados como para pretender que la ignorancia es una buena excusa para seguir permitiendo los abusos y las injusticias de esos gobiernos reciclados.

Es hora de tomar el control y poner nuestra casa en orden. Ya es tiempo de lograr una nueva Independencia.

12.06.2011

Mi Dios ...

El Dios en el que creo no castiga.

El Dios en el que yo creo no inflinge dolor ni permite miserias.

El Dios por el que vivo no cree que la Humanidad está perdida. A diferencia de nosotros Él sí tiene Fé en que valemos la pena.

Mi Dios no juzga ni tiene prejuicios. Mi Dios respeta y nos acepta como somos.
El Dios en el que yo creo no se impone y, contrario a lo que pensamos, no se hace dueño de la verdad, porque la verdad ES Él.

No tiene ninguna preferencia por cómo Lo llame, ni los títulos. Tampoco le interesan los manuales ni las intrucciones para armar mi creencia en Él.

Ese Dios del que te hablo no se ofende. Nada de lo que hagamos, o dejemos de hacer, tiene el suficiente poder para hacerlo sentir mal por nuestros actos.
Pensar que podemos ofenderlo es pretencioso de nuestra parte y sería rebajarlo a una simple condición humana.

El Dios que yo conozco me entiende, y me quiere, con mis imperfecciones porque sabe que, siendo SU obra, soy imperfectamente perfecta.

En esos momentos en los que siento que nada funciona y que nada tiene sentido Él es la razón por la que encuentro fuerzas para luchar y seguir adelante... un día más.
Mi Dios me regala ese otro día para que yo pueda hacer la diferencia.

Yo sigo un Dios lleno de Bondad, que sólo quiere lo mejor para mi y no me lo cobra. No me exige. No espera nada que yo no esté dispuesta a dar.
Y, aún si le doy la espalda, me olvido de Su presencia; lo culpo por mis tristezas, cuestiono Sus acciones, ese mismo Dios se mantiene conmigo todo el camino y me recibe con los brazos abiertos cuando entiendo que mis fallas son mias. Que mis actos son mi responsabilidad y que Él es el mejor aliado con el que puedo contar en esta jornada que se llama Vida.

Mi Dios no se divide, ni se compra, ni se vende. No tiene afiliaciones políticas ni marcas registradas.

Lo único que Él espera de mi es que yo haga de mi vida un relato que valga la pena contar y que ese mismo relato le provoque una sonrisa, o una sonora carcajada, a quien lo escuche. Que algún pasaje de ese relato le regale algo de Fé a quien la necesita. Que le inspire a hacer mejor su propia historia.

No le preocupa que yo dude, que investigue, que cuestione. Él me dió un cerebro para que lo usara. ¿Por qué menospreciar ese regalo?

Estoy consciente de que soy uno de los tantos vehículos que Él utiliza para dar testimonio de Su existencia y sólo un Dios tan extraordinario como el que me guía me podría conceder el honor de servirle de esa manera.

Lo que alimenta a mi Dios es la felicidad que recibo al ver mi propia sonrisa reflejada en el espejo.
Lo que alimienta a ese Dios no es mi capacidad para juzgar a los demás, es la capacidad que tengo para aceptarlos como son. Porque eso es lo que Él me ha enseñado.

Mi Dios no me ofrece una mejor vida "después de esta" porque ya la estoy viviendo, ahora, y Él está conmigo para acompañarme.

Ahora, dígame usted, ¿quién no se sentiría orgulloso de seguir a un Dios como el mio?
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